Siempre listo!

Así transcurrieron los minutos, ambos enlazados observando las nubes deambular presurosas otras un tanto lentas por el cielo. Mas... el viento hizo lo suyo, congelando a ambos, provocando temblores indebidos.

El moreno tenía el rostro escondido en la cabellera plata, aún saboreando la piel adyacente, sin embargo, el hecho de que se comenzaba a oscurecer le hizo volver a la realidad, salir de aquella ensoñación en la que el chico junto a él le había llevado - Tenemos que regresar... -

Mucho le gustaba el bosque, la naturaleza, no obstante, consciente era de que no muy apropiado parecía estar en un sitio desconocido a oscuras, sin abrigo ni alimentos, mucho menos con animales silvestres que pudiesen ir contra ellos.

Miró a los costados y luego al chico desnudo junto a él. Más allá divisó sus pantalones y... rastros de lo que pudo llamar camisa. Giró el rostro lentamente hasta posar sus azules orbes en los del chico, sonrió nervioso pues había deshecho la prenda en su apuro por tenerlo más cerca de lo que la prenda se lo permitía.

Se sentó y luego alcanzó la ropa interior para acercársela, lo mismo hizo con las propias prendas. En poco tiempo ya estaba con sus pantalones y... la sudadera en la mano.

A pesar de que le parecía provocativo tener al otro a medias vestir debido a no tener con qué cubrir su torso, extendió el brazo - toma... póntela... - le entregaba la sudadera con el fin de que no agarrara un catarro.

Una rodilla apoyada en el suelo mientras la otra se mantenía en ángulo de noventa grados, el moreno observaba hacia los costados en busca de algua prenda que quedara por ahí rirada. Rastros de la camisa del otro encontró y la cogió entre sus dedos, llevando el trozo de tela hasta su nariz y así aspirar el aroma. Sonrió y luego llevó el género deshilachado hasta uno de sus bolsillos para levantarse - ahh... sí, vamos... - caminó lentamente tras Michael, observando su cuerpo delgado cubierto por la prenda que le había alcanzado. Ese movimiento de pelvis a penas perceptible denotaba que estaba tratando de guardar la calma, tal vez... sólo tal vez el chico sentía dolor de cola.

Movió la cabeza en forma de reproche debido a sus bruscos movimientos, sin embargo, al elevar la mirada para clavarla en la redondés del peliplata, no negó que si estuviera nuevamente con él de la forma en que habían estado, tomarlo con ganas, le provocaba hacer cosas que antes no hubiese pensado en hacer.

Llegó al vehículo antes que el otro y abrió la puertezuela - adelante... - lo miró directo a los ojos - si te resfrías... podría darte un remedio... - sus mejillas se tornaron rojizas, el solo hecho de haber dicho eso... pues supuso que sólo pensaba, le hizo ponerse nervioso y correr la vista hacia el parabrisas - coff... creo... que está haciendo frío - el torso desnudo del moreno era atacado por la brisa fresca de la tarde, el viaje aún no comenzaba, esperaba llegar sin ser afectado por un catarro.

Se sentía a gusto en aquel momento a pesar de haber salido todo a pedir de boca, no se lo había planteado, el estar así con Michael en aquel lugar, todo parecía una mentira, pues... a quién se le hubiese ocurrido hacerlo entre la maleza de la manera en que ellos habían actuado.

Suspiró pesado, un tanto agotado. En realidad, relajado, su cuerpo aún estaba sensible a cualquier estímulo, mucho más por la cercanía del otro. Sonrió con el rostro inclinado cuando sintió como le besaba la mejilla, él giraba la llave del vehículo para echarlo a andar.

Minutos más tarde, ya iban de regreso a la ciudad en el vehículo - supongo... que no irás a trabajar con el cuerpo sudoroso y... - calló, le pareció indebido, pero aún así sus labios le traicionaban - con olor a semen... - miró en otra dirección como si estuviese mirando el espejuelo a un costado del vehículo para así no mirarle.

Su mano resbaló desde el cambio hasta el muslo de su compañero y le dio un par de palmadas - por qué irás allá, no estás cansado? - retiró su mano, esta vez la llevó hasta el manubrio y giró lentamente pues una curva se acercaba, el cabello se mecía debido a las caricias del viento y de reojo le observó para nuevamente fijar sus pupilas azul marino en el camino de asfalto que se emplazaba delante de ellos dos.

La manzana de la garganta subió y bajó mientras el moreno tragaba saliva intentando parecer calmado. Negó en silencio, sabía... notaba que el otro decía aquello de ir a su propia casa con el fin de que él lo invitara a ir a la suya. No lo haría, sólo dejó llevar el vehículo tranquilo, sin contratiempos hasta la ciudad de donde se habían alejado en primer lugar.

La carretera parecía larga, silenciosa, oscura. Parecía que la oscuridad deseaba tragarlos, sin embargo, la luz de los focos los guiaba. En cosa de unas dos horas vieron a lo lejos las luces de la ciudad - ya vamos a llegar... - dijo en son de canción mientras giraba el rostro para mirarle.

Su cuerpo estaba más frío de lo habitual, hasta sus pezones los tenía endurecidos, esperaba poder llegar pronto para darse un baño relajante y luego ponerse algo de ropa, comenzaba a congelarse.

Ahora las calles se hicieron más conocidas, pudo reconocer una que otra, pues al igual que el otro, había llegado aquel año de su antigua ciudad y no tenía muchos conocidos, de hecho, no era muy bueno para entablar amistades, bien reservado parecía.

Giró unas cuantas veces y se alejó hasta llegar a una cabaña, parecía estar un poco alejada de las demás.

El vehículo se detuvo en frente de la puerta mientras el moreno observaba al puerta iluminada, la escalerita de madera al igual que la vivienda, colores rústicos, los de la madera sin pintar, pues así la había escogido, no era muy llevado a cosas lujosas o muy modernas. Bastaba con tener una cama donde descansar y una cocina donde preparar los alimentos, lo demás era accesorio que no le prestaba mucha atención.

Entonces giró el rostro y le miró fijo a los ojos - ¿Me acompañas a beber un taza de café? - sonrió amable.

Quitó las llaves del vehículo y abrió la puerta para salir, cerró y se encaminó hacia la puerta mirando de reojo al chico. Con la mano en los bolsillos buscó la llave, pero al no dar con una, sacó el manojo de ellas que llevaba. Comenzó a revisarlas lentamente bajo la luz que había justo en la mampara - ¿Qué te hizo pensar que vivía en un lugar como este? - susurró alzando el mentón para mirarle a los ojos a poca distancia.

Ya había encontrado la susodicha llave y ahora llevaba su mano hasta la cerradura para con cuidado introducir el metal en el pequeño orificio que le recordó otro lugar una vez que esta se acomodara debidamente en el cerrojo, sus mejillas se colorearon a penas y no pudo más que mantener la mirada baja para no ver al otro y así no delatarse. Esta vez la cerradura cedió y pudo escuchar el sonido aquel que le permitió girar la perilla y darle un empeñón a la puerta, de modo que ésta se abriera sin dificultad alguna - adelante... -

Extendió el brazo como en un amago de bienvenida, mientras le miraba la cola cuando el chico transitaba hacia el interior de la vivienda que habitaba sin compañía alguna.

Adentro, una mesa y sillas rústicas, de madera oscura, sin pintura, el piso igualmente de madera. Al fondo un sillón frente a una gran chimenea apagada y una gruesa alfombra blanca.


- Siéntete como en tu casa - dijo antes de cerrar la puerta. Ya las luces había encendido, ahora todo estaba a la vista del chico peliplata - iré a preparar el café... si deseas algo más... sólo es cosa de pedir... - dejó las llaves a un costado de la entrada, sobre una mesa y luego se dirigió a donde ya había mencionado, así se perdió aún sin ir por algo para vestir, hasta se le había olvidado el frío cuando entró a la vivienda.

En la cocina, vertía el líquido humeante a dos tazones de verduzco colorido, hacían juego con la mínima decoración del lugar. El café estaba en su punto, con la azúcar necesaria para no saber a nada más que a café un tanto endulzado. Devolvió la cafetera a su lugar y luego, con toda la calma del mudo, cogió los tazones para encaminarse hacia la sala y ver al otro acuclillado revisando las cosas de la chimenea.

Sonrió y avanzó hasta él, con cada paso hacía que el suelo sonara, el piso rechinaba melódicamente como si se tratara de un ave.

Una vez que estuvo a su costado, se acuclilló junto al chico y dejó el tazón a su alcance en el piso - Primero debes poner los leños allí... y luego buscar astillas y algo de papel para encender... de modo que los leños cojan calor y se.... - lo miró a los ojos - se enciendan... - llevó el tazón hasta sus labios y bebió un sorbo del negro líquido.

Luego, depositó con cuidado el tazón junto al del otro y se le acercó lentamente para susurrar a su oído - me gusta el aroma que llevas ahora... - la punta de su lengua se posó en el borde de su oreja y viajó por toda la curvatura de ésta - delicioso... - suspiró sin percatarse de que ya ambos estaban muy pegados a uno de los costados de la chimenea, como si se recostaran en ésta. Dio otro empujón más y su mano apoyó en el suelo rozando de paso la ingle ajena en el trayecto.

- Uhm... aunque... si deseas bañarte, puedo encender la chimenea para cuando salgas... - mordió su propio labio inferior y cogió el tazón un tanto nervioso para tomar un poco más, ya sus pezones estaban duros y le provocaba masajearlos con una mano de modo que aquella sensación de deseo se disipara y así no parecer tan evidente, aunque... más evidente no podía haber sido, le gustaba ese chico, deseaba tenerlo para siempre consigo.

De pie junto a la chimenea bebía el caliente líquido de amargo sabor intentando parecer calmado, un tanto frío. Con los ojos cerrados permanecía para no mirarle más de la cuenta, se percataba del nerviosismo de su compañero, tal vez estaba siendo muy molesto al andar como lobo en celo tras Michael. No sabía por qué aquel comportamiento casi enfermizo. Comenzaba a preocuparse de que sólo en sus pensamientos se encotrara el de largos cabellos.

Su silueta, sus sonrojos, evasiones y miradas furtivas, aquellas que no hacían más que encender las ganas por poseerle.

Abrió los ojos y con el tazón en la mano extendió el brazo para apuntar en una dirección - al final del corredor - su voz casi como un susurro grave se desprendió de sus labios.

Esperaba que no se equivocara de habitación, justo al lado estaba su dormitorio - debo organizarlo antes de.... - llevó el tazón de vuelta a sus labios - ¿En qué piensas... acaso crees que él querrá volver a... contigo? - se preguntaba a sí mismo mentalemente.

Suspiró pesado, tal vez estaba muy ensimismado, mejor sería indicarle la habitación correcta y revisar que hubieran toallas secas, lo necesario para que el chico no tuviese problemas en su aseo personal.

Con esto en mente, fue hasta una mesa y depositó en ella el tazón, luego caminó hasta Michael, pasando por su costado - por acá... - dijo un tanto serio, necesitaba convencerse de que lo del bosque sólo había sido un arrebato, sin embargo, su cuerpo reaccionaba a la cercanía del colega que iba a sus espaldas.

Abrió la puerta y revisó con la vista el interior - Por suerte todo en orden - sólo faltaban toallas - Pasa... yo te traeré toallas... - sonrió su característica amabilidad y fue hasta su habitación en busca de las susodichas.

Ya en el cuarto, caminó hasta el clóset y permaneció de pie junto a éste pensativo, recordando su comportamiento para con el otro junto a la chimenea - debo calmarme... yo no soy así - frunció el ceño y su frente fue a pegarse a la madera del mueble. Negó en silencio con los ojos cerrados arrepintiéndose de haber sido tan directo, tal vez aquello no le agradaba a su compañero.

Abrió los ojos - somos hombres... no podemos.... - suspiró pesado y luego sus dedos resbalaron hasta el borde de la puerta para tomar una de las manillas y jalarla abriéndola de golpe y quedar mirando las vestimentas en el interior. A un costado, en la parte inferior, se encontraban arrumadas las sábanas y toallas de blanco colorido.

Se inclinó y comenzó a revisarlas - esta... - la más grande sería de utilidad y una de menor tamaño para que se secara el cabello. Las dobló adecuadamente y luego cerró el clóset para encaminarse hacia el baño.

La puerta estaba entreabierta por lo que no se preocupó de tocar, nunca hubiese pensado que el otro ya estaría desnudo en la pequeña habitación.

Yohann entró y lo primero que vio fueron las blancas nalgas frente a él, casi cayó de espaldas con la nariz sangrando. Los colores se le subieron al rostro, al igual que otra cosa entre las piernas cosquilleó en aquel instante - Ehh.... yo... - corrió el rostro y caminó hasta un costado con el fin de depositar las toallas en un estante para que no se mojaran con el agua - te traje toallas - en ese momento notó que en su pie tenía enredado el calzoncillo de su compañero.

Inclinose hasta cogerlo con la punta de los dedos y luego se levantó para acariciarlo con la yema de los dígitos, como si se tratara de las nalgas del propietario a quien miraba ya sin resguardo alguno.

Caminó hacia la puerta aún con la prenda en la mano - ¿quieres agua caliente? - mierda... - pasó su antebrazo por la frente, comenzaba a tener calor a pesar de no llevar cubierto su torso, el solo hecho de verle así frente a él le subía la temperatura corporal. Giró el rostro para observarlo nuevamente, tal vez él mismo necesitaba bañarse... bajar el calor que sentía.

Más sonrojado imposible, aquel chico que tanto cuidado tenía de no ser visto, se presentaba ante él tal cual él lo había imaginado hace tantas noches, justo donde lo quería, en su casa... en su baño... acariciando sus partes íntimas susurrando calientes palabras, entre ellas su nombre.

Cerró los ojos y pegó la espalda en la muralla, cómo hacía eso, acaso era que le había gustado tanto que sólo deseaba estar con él... así de cerca?. Su cuerpo resbaló por la fría superficie y de allí cayó hasta el suelo, dejando que sus nalgas golpearan el piso, él mismo deslizó sus dedos hasta el pantalón rozando con algo de nervios su miembro que deseaba ser atendido pronto. Mientras la otra mano sostenía la prenda intima del peliplata contra su nariz y labios, la tela del calzoncillo ahora era aspirada por el moreno a la vez que sus dientes mordían parte de éste.

Lo miraba de reojo, le observaba masturbarse, sabía que lo hacía por la entonación de su voz, por el movimiento del agua en la superficie, su sonrojo y temblores, no podía ser otra cosa que la propia atención del muchacho.

Ya sin aguantarse, se quitó los pantalones y los dejó a un costado, ya no más orden, ni siquiera pensar en doblarlos, ahora sólo acercarse al peliplata, ya no quería el aroma de la prenda cuando podía tener la fuente de la cual provenía la esencia que estaba disfrutando del trozo de género elasticado.

De pie junto a la tina, le observó, ya sin ropa frente al compañero. Se inclinó a penas para rozar con su lengua la superficie del agua donde supuso estaría su miembro sumergido - ¿Qué pretendes? - ahora sus pupilas permanecían pegadas al rostro contiguo - ¿Calentarme? -

Una de sus piernas se undió en la tina y la otra le siguió, ahora con la punta del pie masajeó su ingle, sintiendo lo erguido que Michael permanecía - ... -

Su cuerpo luchaba por bajar la temperatura que burbujeaba en su interior, como si ya fuese imposible conseguir un resquicio de aire fresco en el cuarto. Cómo podía lograr tenerlo así de caliente, nunca antes habría imaginado que algo como eso pudiese ocurrir con el cuerpo humano tan estudiado por él en los días de Universidad, ahora... más que nunca repasaba mentalmente las líneas de los libros que hablaban sobre genitales masculinos, sobre los músculos y ligamentos, los mismos que acariciaba bajo el agua.

Agua que ahora era transparente, pero que en un futuro cercano estaría turbia por el movimiento que comenzaría pronto, por los líquidos que se fusionarían con las moléculas de oxígeno e hidrógeno.

Podía sentir el aroma del cuerpo del otro, mezclado con las esencias propias del jabón y el shampoo que cerca se encontraban, pronto notó sus ojos, le estaba observando, más bien... a su entrepierna que demostraba libidinosamente el gusto que le producía tenerle cerca en aquellas condiciones.

Con cada movimiento de su pie, su miembro se mecía lento haciendo sonidos húmedos mientras Michael le observaba, luego su lengua húmeda y caliente rodaba por sus pantorrillas y los labios hinchados de excitación pudo ver cuando el peliplata le miraba hacia arriba, como si pidiera que se inclinara, o... tal vez....

No, no podía ser cierto que el chico deseara mamársela. Aquello sólo le indujo a dejar escapar un largo suspiro que no supo más que a exhasperación, no hacía nada más que mirarle, cuando el otro le miraba suplicante a más contacto a ser penetrado nuevamente.

- ¿Irte? - Se inclinó y cogió al otro de una mano para obligarlo a levantarse - ¿Tan pronto? - lo giró un poco brusco debido a su estado y lo pegó a las locetas, con ello hizo que el miembro del otro resbalara por la fría muralla haciéndolo sobresaltarse.

Dos pasos dio en la tina, hasta acomodarse a espaldas del chico y rozar sus nalgas a penas con la punta de su miembro erguido y un poco mojado por el líquido que ya comenzaba a escurrir lentamente - ¿Eso es lo que realmente deseas? - una de sus rodillas traspasó las contrarias separándolas lo suficiente para que ahora su miembro pincelara los testículos ajenos.

Los labios del pelinegro susurraban caliente en el hombro del contiguo, se acercó a su cuello para morder la piel con ahínco, dejando cardenales notorios por su cuerpo, le provocaba marcarlo aún más -´¿así? - un brazo rodeó el delgado cuerpo mientras los dedos pellizcaban la piel, hasta encontrar los pezones endurecidos y desde allí deslizarse hasta su miembro - ¿con esto tan duro? - lamió las vértebras entre el cabello lacio y húmedo sin dejar de acariciar tenuemente los testículos de su compañero con el pene erguido.

Su rostro se frotaba contra la amplia y pálida espalda del chico, cremosa le parecía, tan suave y tersa que deseaba enrojecerla con las mordidas, y así lo hacía, lamía luego, provocándole masajes delicados a su piel irritada de tanto jalarla como perro con hambre de poseerlo.

Claro... demasiado claro era en sus solicitudes - Ahhhh... te quiero.... - lo pensaba... lo sentía, sin embargo, tal vez no debió haberlo dicho. La excitación del momento borraba todo indicio de sanidad en su mente, le probocaba tenerlo muy sumiso, en cuatro, castigándolo a punta de embestidas.

- Mmmahhhhhh... - murmuraba caliente en su cuello mordiendo con fuerza sin recordar que al día siguiente tenían trabajo... mucho menos que tal vez debían ir a una reunión con el director del hospital.

- Quiero que seas mío... - besó su cuello, subiendo lentamente hasta alcanzar su oreja y allí lamer el lóbulo, succionárlo lentamente y luego soltarlo para susurrar - Mike... - en ese momento su pulgar frotó el glande del chico impidiéndole al líquido traslúcido brotar.

- ¿Qué te parece si contamos? - movía en círculo su pelvis con el fin de rozar su pequeña abertura, la que ya había acariciado por dentro una vez, de la cual había quedado prendado. Lo masajeaba con el fin de prepararlo, separaba sus nalgas con una mano mientras que con la otra le masturbaba, sabía que necesitaba atención y él... como hombre de medicina sabía que debía dársela... cómo... y de qué manera, mucho más pues le gustaba la compañía de él.

Uno de sus dígitos se desvió de la nalga y resbaló hasta su entrada - uno... - picó con algo de fuerza insertando la punta de éste, sin dejar de masajear su pene contra los genitales frente a su cuerpo. El vaivén de su cadera daba a entender la velocidad que iba en aumento, la fuerza con la que se movía.

- dos... - jaeó en su oreja y la mordió antes de arrancar su dedo en un movimiento rápido y seco, punteos con el glande en el anillo acompañaron el reciente abandono que había provocado - y.... - curvó la espalda dejándose llevar por la calor y el deseo de estar nuevamente en su cuerpo - aggghhhh.... -

Quieto permaneció por unos instantes y arrancó con fuerza su erección del aterciopelado lugar - estrecho... - jadeó con ganas y lo jaló contra él para obligarlo a inclinarse de modo que sus nalgas se separaran más y así hacer espacio para su gruesa embergadura que ahora resbalaba con un poco más de calma en el cuerpo trémulo que lo recibía.

Tenía los ojos entrecerrados, no obstante, cada vez que sus marinas pupilas se cruzaban con las de su compañero, la temperatura corporal rozaba el techo, tal vez algo exagerado parecía pero para él era como una sensación tal, pues con cada movimiento de su piel, movimiento en círculos para abrirse camino lentamente y no dañarle su interior. Entonces su torso se inclinó hasta acoplarse a la espalda del otro y así sentir como los pulmones del otro se llenaban de aire trabajosamente - ¿Lo crees? - lamió la unión de sus omoplatos, rozó la piel blanca con los dientes y luego succionó con fuerza para dejar un nuevo moretón en aquel lugar.

Sus dedos ahora sostenían la angosta pelvis, los dedos parecían querer enterrarse en la piel ajena con el fin de que su "presa" no fuera más allá de lo que él deseaba - dime... - lamió la parte trasera del cuello, justo cerca de la nuca - ¿Qué tan... ahhhm... - una fuerte embestida lo interrumpió, obligándolo a soltarlo con una mano para sostenerse de la pared y así no caer de bruces ambos en la tina - ahh... q... qué tan animal? - la cópula no se había interrumpido, seguían más unidos que antes mientras el moreno sentía su miembro duro palpitar, cada una de las ínfimas venas de su erección ardían irrigadas de un gran torrente sanguíneo, que no hacía más que ahogarlo en deseo por darle con fuerza y así terminar con tanta exasperación que le provocaba tenerlo tan cerca y a la vez sentirlo aún un ser aparte de su cuerpo.

Extrajo con un rápido movimiento su pene del tibio y suave cobijo que le proporcionaba aquel muchacho bajo su vientre, sintiendo como la piel interna se había adherido a su erección, arrastrándola con ésta hacia el exterior - shh... - el grito del otro dio a entender que aquello debió haberlo hecho con mucho más tacto, difícil era pedirle medirse cuando estaba tan concentrado, más bien... perdido... había perdido completamente los cabales, para nada se parecía a aquel chico tranquilo y callado que no se movía un centímetro sin pedir permiso a quien se encontrara alrededor suyo.

Entonces y como era debido, llevó el pulgar hasta aquella zona irritada, para masajear lentamente a la vez que su verga se azotaba contra las piernas del otro con cada movimiento, dejando huellas húmedas en cada roce de ambos cuerpos - Mike... - jadeó en su cuello y lo giró con un solo movimiento.

Lo miró a los ojos y lamió su mentón, lo mordió con algo de fuerza y siguió el trayecto hasta sus párpados mientras le masturbaba - hazlo... - sus dedos temblorosos cogían la mano contigua guiando al muchacho hasta su propia erección y de ese modo ambos se provocaran placer, como esperando a que le pasara el dolor en su entrepierna, luego... continuaría con aquellas caricias un tanto traviesas.