Un día interminable [priv.]

Acababa de terminar las clases aquel día. Estaba algo cansado, la noche anterior le habían dado demasiada faena y, aunque había tenido tiermpo de sobra para dormir, no había parado de dar vueltas en la cama hasta que al final se decidió por darse una ducha fría y dejar lo de dormir como imposible.
Así que, habiendo dormido apenas unas horas había asistido a sus clases matinales medio dormido y había recogido sus cosas como un zombie.

Sus compañeros le habían dicho que se iban a comer por ahí todos juntos y a dar una vuelta después, pero había prefería comer sólo en su casa y echarse una siestecita.
Así que, tras haberse despedido de su compañeros, salió del edificio, mochila al hombro y sin fijarse muy bien con quien se cruzaba o si podía llegar a tropezar con alguien... simplemente iba en automático, dejando que sus pasos le guiaran solos hasta casa.

Una sonrisa sardónica dibujada permanecía en su rostro anguloso después de una noche provechosa, había llegado a eso de las 4 de la madrugada al punto de encuentro con algunos de sus perros. El bando contrario estaba conformado más o menos por la misma cantidad de individuos.

Raúl debía entregar un cargamento de estupefacientes y los demás llevar el dinero acordado. Sin embargo, por fuentes fidedignas, tenía claro que no llevarían el total acordado, en cambio, deseaban apoderarse de lo que él ofrecía y eliminarlo para que no quedaran huellas de lo que había sucedido, hacerlo parecer un fatídico accidente.

La idea lo había llenado de placer, hace mucho tiempo no iba por gusto al encuentro con la muerte, pero había estado tan aburrido el último tiempo que aquello le había sentado bastante bien.

Llegaron y todos se vieron las caras, al momento de entregar el dinero, notó que era menos de lo convenido, por lo que los demás soltaron carcajadas. Él mismo los imitó y en ese momento se armó la balacera. Pero los perros tenían ordenes expresas de no acabar con el jefe de la otra pandilla, pues él deseaba hacerse de su cabeza como trofeo para su colección. Nadie sabía que Hardkopf coleccionaba las cabezas de sus contrincantes en una "sala de trofeos" donde gustaba ir a beber de vez en cuando.

Varias caídas en ambos bandos se vieron, el alemán pudo hacerse de su contraparte y lo desarmó; sonriendo como demente casi desintegró el cuerpo de aquel hombre a punta de disparos, vaciando dos magnums en el cuerpo sanguinoliento a pesar de ya estar muerto.

Ahora, el hombre viajaba en su vehículo llevando en la cajuela el cadáver para mutilarlo en la comodidad de su casa y disecar la cabeza que adornaría un espacio en aquella muralla tan querida.

El vehículo parecía volar por la autopista, pues iba a toda velocidad, estaba cansado y quería llegar pronto a su guarida a descansar, cuando un mocoso se le cruzó en el camino.

Apretó el freno, pero el vehículo iba tan de prisa que patinó sobre el asfalto, girando hasta detenerse a penas en el paso peatonal - <Mierda!> - pensó y sacó medio cuerpo - Y LA PUTA QUE TE PARIÓ, QUÉ CREES QUE HACES MOCOSO DE MIERDA? -

No contento con esto, bajó del vehículo y se le acercó, el otro parecía congelado mirando su vida pasar por delante. Raúl dio un fuerte azote en una de sus mejillas de Demian, la que lo hizo caer en la acera. El moreno giró para subirse al carro. Había mucha gente como para eliminarlo, como... para eliminar a todos, las balas no le alcanzaban y él estaba agotado.

Apenas se fijó en el semáforo al pasar, sólo siguió a la gente, que cruzaba el paso de peatones con paso apresurado. Sin embargo, cuando oyó el chirrido de unos frenos demasiado cerca se vio totalmente solo y justo en medio de la calle.

Siempre había pensado que en un momento así uno podía echarse a un lado si tenía buenos reflejos, que sería fácil evitar un atropello. Pero, contra todo lo que había pensado hasta el momento, se quedó allí quieto, paralizado y sin poder reaccionar. Aquello le había pillado tan de sorpresa que su cerebro parecía haberse quedado colgado como si fuera un ordenador de bajo rendimiento al que de pronto le dan demasiada información.

Blanco como la cera, pudo ver, aliviado, como el coche se paraba a pocos centímetros de él. Entonces su vista pasó del enorme coche al dueño de éste, que había salido del vehículo, gritándole e insultándole para darle un bofetón y lanzarle al suelo.
Fue aquello lo que le hizo reaccionar. Miró el semáforo, que estaba a punto de cambiar a rojo para los peatones, por lo que él había intentado cruzar teniendo el semáforo a su favor. La gente miraba indignada al hombre, pero todos parecían paralizados.

El rubio frunció el ceño, saliendo de su estupor y se levantó cogiendo una de las piedrecitas que había en el arcén para lanzársela a la cabeza con fuerza. En cualquier otro momento no se le hubiera pasado por la cabeza plantarle cara a un tipo tan grande y que pegaba semejantes azotes, pero no iba a dejar que saliera impune de aquello...

"¿Qué coño hacías tú?. Tenías el semáforo en rojo, ¿acaso estás ciego?." exclamó mirándole enfadado y con la mejilla ardiéndole del dolor.

Caminaba enfurecido hacia el vehículo que permanecía ronroneando como felino preparado para salir a todo raje de aquel lugar infestado de idiotas sin destino. Cuando se prestaba a subirse al artefacto sintió un golpe seco en la nuca, su cuerpo reaccionó por impulso y giró rápidamente llevando la magnum en la mano, dos tiros y el chico sangraba en medio de la turba de gente.

- Eso es lo que buscaba... ahora dejará de molestar...

Se colocó las gafas y se montó en el vehículo, no le molestaba pasar por encima del que se pusiera frente al carro, estaba apurado.

Lo que menos esperaba encontrarse cuando el hombre se giró fue un arma, y menos aún que le disparara...
Sus pupilas se contrajeron al máximo del miedo y sintió una quemazón intensa en la piel, atravesándole. Soltó un gemido de dolor y se tambaló sintiendo como un ardor tremendamente doloroso le recorría el cuerpo.

Miró enfurecido al ojiazul al escuchar sus palabras y se negó a caerse. No iba a darle la satisfacción de verle caer al suelo después de haberle disparado.

La gente permanecía quieta, algunos habían gritado de horror y miedo, pero temían que les disparara a ellos también si se arrimaban demasiado.

"Cerdo..." musitó, sintiendo la sangre caliente recorrer su brazo y gotear desde su mano al suelo.

Lo que faltaba, que el mocoso fuese tan débil como para caer por un simple disparo. Salió nuevamente del carro y apartó a punta de gritos a los idiotas que se habían aglutinado en el lugar.

Quedó mirando al crío y vió que sólo una bala había impactado en su cuerpo, más bien en uno de sus hombros, por lo que no moriría. Se le acercó y lo cogió en brazos para llevárselo - O SALEN DE LA CALLE O LOS ARROLLO MIERDAS! - lo metió en la parte trasera y lo llevó hasta la clínica más cercana, allí lo dejaría para que dejara de molestar, lo habían visto y no podía hacerse el desentendido, si alguien lo llevaba preso ya no saldría, tenía muchos delitos por los cuales pudrirse entre las rejas.

Abrió más los ojos cuando le vio regresar hacia él y retrocedió, sin embargo no pudo escaparse una vez que le cogió en brazos. Así que terminó en la parte de atrás del coche, cogiéndose el hombro herido y ahogando los gemidos de dolor que salían de su garganta.

"¿A dónde me llevas?" preguntó, asustado por las posibles intenciones del hombre.

La sangre seguía goteando por su brazo, manchando la tapicería impecable de aquel coche, sin duda caro.

Continuó conduciendo, obviamente en silencio, no estaba obligado a responder, menos a un crío como aquel.

En poco rato llegaron al centro asistencial, donde estacionó y fue por él para sacarlo en calidad de bulto y luego llevarlo hacia la sala de emergencias.

- Atiéndanlo

Escueta palabra soltó para luego dar vuelta y alejarse de allí, no esperaría a que hicieran preguntas de cómo había resultado herido.

Le miró furioso a través del espejo retrovisor, pero se tranquilizó al ver que paraba frente al hospital. Iba a salir del coche cuando el hombre abrió la puerta y se lo cargó al hombro, como si fuera un saco de patatas y lo dejó en la puerta.

El tipo era extraño... casi le atropella, le pega un tiro por tirarle una piedrecita y sin embargo le lleva a urgencias... Lo más probable fuera porque había mucha gente en la calle cuando le disparó, muchos le vieron. Pero ¿acaso no había pensado que él podía denunciarle?. Algo tendría que decir cuando le preguntaran cómo se había ganado un disparo... En fin, no iba a ser él quien se lo recordara... no quería recibir un disparo en la frente.

Sus piernas apenas resistieron el peso de su cuerpo al tocar el suelo. No creía estar tan mal, pero la pérdida de sangre indudablemente le estaba afectando cada vez más. Sentía escalofríos y la vista se le emborronaba por momentos.
Mientras veía como el ojiazul se alejaba del hospital, varios hombres del servicio médico le ayudaron a subir a una camilla y le llevaron dentro.

Le habría gustado decirle algo... no sabía si hiriente o no... pero no se le ocurrió nada ingenioso, y además, temía enfadarle de nuevo, así que le dejó estar...