Juego... ¿de cartas? -Libre-

Esa noche estaba satisfecho, sus muchachos mejoraban con cada clase y por ello quería festejar. Había ido al salón de juego del prostíbulo, al menos sería más entretenido que en el casino. Nada más llegar pidió un whisky doble y se sentó a una mesa donde estaban jugando a las cartas. Se incorporó a la partida, sorprendiendo a los otros participantes pues nunca lo habían visto por allí.

Algunas de las chicas del lugar se le habían acercado, tratando de llamar su atención sin lograrlo. Cada vez que una se le acercaba, la alejaba de sí de malos modos. ¿No sabían captar las indirectas? Estaba teniendo suerte, aunque la presencia de esas mosconas intentara desconcentrarle.

-¿Juegan señores? -sonrió de medio lado, subiendo la apuesta y esperando a que sus contrincantes decidieran aceptar el desafío y tratar de ganar lo que había en la mesa. Algunos habían perdido todo y ahora se jugaban sus posesiones personales. Iba a ser divertido ver como echaban a esos perdedores del local, pues sin dinero no había ni juego ni nada.

Aquella noche le había tocado de nuevo servir en las mesas. Y al parecer sería una noche interesante, había un recién llegado que estaba arruinando a todos los demás jugadores.

Intrigado se acercó, sin saber muy bien cuál de todos aquellos hombres era el que parecía tener tanta suerte. Aunque el hombre que tenía al lado, uno alto, pelinegro, y el único con una sonrisa en la cara, tenía pinta de ser el afortunado.

Con la bandeja en la mano, repleta de bebidas, usó la excusa de si alguno de los presentes quería tomar algo para ver qué tal jugaban... Siempre se le habían dado bien los juegos de cartas, claro que a él no le permitirían jugar allí en horas de trabajo. Y tampoco pretendía apostar nada de lo que tenía.

Miró de reojo al chico con la bandeja y dejó su vaso vacío sobre esta, cambiándolo por uno lleno. El rubio si había llamado su atención. El resto de particpiantes hicieron sus apuestas y mostraron sus cartas. El moreno mostró su juego, alzándose de nuevo ganador de la partida y haciendo retirarse a un par de participantes.

-Quédate aquí, chico -tal vez se divirtiera con él cuando terminara de arruinar al resto de jugadores. Cogió las cartas y comenzó a barajar, pues le tocaba repartir. Repartió las cartas y soltó el resto en la mesa. Comenzaba una nueva ronda y la mesa quedaría algo más vacía al acabar.

Bajó la bandeja para que el hombre pudiera acceder mejor a las bebidas a su disposición y la ofreció a unos cuantos jugadores más que mostraron interés por el contenido de los basos.

Al oír el comentario del pelinegro enarcó una ceja. Tampoco había tenido intención de marcharse. A decir verdad, había varios compañeros suyos admirando también la jugada. Sin embargo, que le dijera aquello le hizo imaginar que tal vez al terminar de arruinar al resto de jugadores querría 'celebrar' su victoria. Aún así no dijo nada y se limitó a quedarse de pie, a su lado, y con algunos basos todavía llenos.

Notó la presencia de varios chicos más, parecían entretenidos viéndole desplumar a esos tipos. De nuevo parecía que iba a ganar, aunque no se quería confiar demasiado. Observó atentamente los rostros del resto de jugadores, sabiendo cuales mentían y cuales parecían tener una buena mano.

-Vamos, no irán a retirarse ahora, ¿verdad? -seguía con una sonrisa burlona, provocando a sus contrincantes de manera directa. Vació de nuevo el vaso, cogiendo otro de los que el chico tenía en la bandeja, instando a los demás a vaciar la bandeja.

Miró con asombro al hombre que tenía al lado. No paraba de beber... y no parecía estar borracho. Dudaba que un borracho pudiera ganar con tanta facilidad a hombres que se pasaban las noches allí, arruinando a otros, considerándose expertos en el juego.

Pero era divertido ver sus caras de angustia y resentimiento cuando veían que seguían perdiendo, cada vez más desesperados.
De ser él ya se hubiera retirado. Se estaban poniendo nerviosos y se les notaba más cuándo mentían y cuando no.

De nuevo había ganado y varios de los jugadores tuvieron que retirarse. Sólo quedaban tres personas en la mesa, incluyéndose el mismo. Le tocó a un pelirrojo dar las cartas. La mirada del pelinegro le disuadió de tratar de hacer trampas, como era su intención hacer.

-¿Subimos la apuesta inicial caballeros? -ya que quedaban tan pocos, al menos hacer la partida más interesante aún. Quería acabar de una vez con ellos para disfrutar de una buena compañía.

Enarcó una ceja al oír la pregunta del hombre. Bien idiotas serían los demás si aceptaban. Sin embargo, a aquellos hombres no les gustaba que les hirieran el orgullo, y por lo tanto aceptaron subirla.

Demian suspiró imperceptiblemente y puso los ojos en blanco, preguntándose si tanto les sobraba el dinero como para despilfarrarlo así. Tal vez era demasiado práctico como para apostar con algo que le costaba tanto conseguir. Pero sentía curiosidad por saber hasta dónde llegaría la suerte del pelinegro.

Sonrió complacido al ver que aceptaban su oferta. Comenzó la ronda, pasando los turnos hasta que llegó el momento de cambiar cartas. Era evidente que la suerte estaba de su lado, una escalera real no se conseguía siempre.

Hicieron sus apuestas de nuevo, a los otros dos ya no les quedaba nada y era el momento de ver quien había ganado. Cada uno mostró su juego, siendo barridos por el pelinegro al mostrarles su escalera real -Creo que esto se acabó.

Ordenó el dinero y lo guardó en uno de los bolsillos de su chaqueta. Sonreía divertido viendo a los otros dos quejarse y decir que había hecho trampa. El pelirrojo quiso golpearle, viéndose en el suelo en pocos minutos sujetándose el hombro.

Demian vio la rapidez con la que Gonzalo les ganó de nuevo, y como, con la misma facilidad, reducía al pelirrojo que había intentado pegarle. El rubio sonrió levemente. Seguramente aquel hombre no le conocía y no sabía cómo solía ser con sus clientes, pero si trataba así a todo lo que se le resistía iba a ser un encuentro interesante.

Los guardias de seguridad se llevaron al pelirrojo fuera del local por violar una de las normas del casino y tanto jugadores como curiosos volvieron a sus ocupaciones.
Demian se quedó parado, un tanto cansado de seguir con la bandejita en la mano...

"¿Desea que le traiga algo más?." inquirió no tan amablemente como la mayoría de chicos allí, o como se suponía que debería haberlo hecho.

-Sí, otro whisky doble -se levantó de la mesa y buscó un sillón en el que poder sentarse más cómodo y esperar al chico. Encontró un buen lugar, acomodándose en el sillón y esperando a tener la bebida en la mano y al chico cerca suyo.

Sacó un cigarrillo de la cajetilla que llevaba en el pantalón y lo encendió, echando el humo hacia arriba mientras apoyaba la cabeza en el respaldo del sillón.

El rubio asintió y se dirigió a la barra para quitarse todos los vasos vacíos que tenía en la bandeja y pedir el whisky doble.
A la vuelta vio al hombre sentado en un amplio sillón, fumándose un cigarrillo y esperándole. Al llegar le tendió la bebida.

"¿Algo más?." inquirió para saber si todavía estaba interesado en él.

Lo miró de arriba a abajo, tomando su muñeca al coger la bebida de sus manos. Lo jaló contra su cuerpo, sentándolo en su regazo. Le interesaba el chico, además quería celebrar con alguien el haber desplumado a esos inútiles.

-¿Qué puedes ofrecerme? -no era una pregunta propiamente dicho, prácticamente parecía una orden en la que debía decirle lo que estaba dispuesto a hacer y lo que no.

Demian cayó sentado sobre el regazo del hombre y fijó su mirada en la del pelinegro, sorprendiéndose en cierto sentido por la capacidad de éste para transformar preguntas en órdenes...
Debía tener un trabajo en el que acostumbrara a mandar y ser obedecido, de lo contrario... no creía que tuviera aquella habilidad.

El rubio alzó las cejas, como si estuviera pensando su respuesta y se entretuvo alisándole la corbata.

"Uhm... cualquier tipo de rebeldía. Desde mordiscos y arañazos hasta una un tanto más sutil." contestó sonriéndole con picardía. "Aunque, tal como eres... supongo que no te costaría nada ponerme recto, ¿o sí?." inquirió tironeando levemente de la corbata.

-Para nada... chico lindo -sujetó sus manos, atrayéndole hasta sí y acercándole el rostro para besarlo con lujuria y algo de brusquedad. Bajó después hasta el cuello, dejando un rastro de saliva a su paso -. Muéstrame que sabes hacer.

Esas cosas las prefería en privado, así podía ser más él mismo pero le había pillado allí. Quizás decidiera llevarle a las habitaciones en vez de quedarse allí, pero ya vería lo que hacía primero tenía que actuar para él.

Respondió al beso con la misma intensidad que recibía, rozando peligrosamente la lengua del hombre con sus dientes y pillándola entre ellos para presionarla levemente antes de soltarla, como dando un aviso de lo que podría haber hecho. Cuando el beso terminó echó la cabeza hacia atrás, facilitándole el acceso a su cuello y gimiendo suavemente para él con los ojos entornados.

Sonrió con malicia al escuchar su orden y se lamió los labios colando sus manos bajo la chaqueta del hombre, acariciándole por encima de la camisa para clavar sus uñas en su pecho, pellizcando con algo de dureza las tetillas del mayor. Se movió, cambiando de posición y quedando de rodillas sobre el sillón, con una de sus piernas entre la de Gonzalo, presionando tal vez un poco más de la cuenta su entrepierna pero sin llegar a hacer un daño real. Una vez así enredó su mano en la corbata y tiró lo suficiente como para atraerle hasta sus labios presionándole lo justo como para que tuviera una ligera falta de aire. Cuando tuvo los labios del pelinegro contra los suyos se encargó de morder el inferior hasta dejarlo rojo y levemente inflamando, invadiéndole la boca con su lengua mientras movía la pierna que estaba en contacto con el miembro de Gonzalo, ejerciendo más y más presión sobre ella.

Cuando rompió el beso paró cualquier movimiento y quedó sentado sobre una de las piernas del mayor, lamiéndose los labios y mirándole con altivez, manteniendo todavía la presión sobre el cuello del pelinegro.

-Me gusta tu rebeldía -le hizo soltar el agarre sobre su cuello y se levantó del sillón sujetándolo de la cintura. Tenía intención de pedir una habitación privada pues no quería que nadie más le viera jugar con aquel lindo muchacho -. Pero me gustaría más verla en privado.

Lo soltó en el suelo y, sujetándolo de su cintura, se encaminó hasta donde se encontraba el encargado del casino y el jefe del prostíbulo. Mientras andaban, no dejaba tranquila su mano la cual se encontraba por dentro de la ropa del chico, acariciando su espalda.

-¿Tienes habitación propia o pedimos alguna en especial? -le mordisqueó el cuello mientras esperaba una respuesta de su parte.

Sonrió al escuchar su respuesta, a pesar de que había apartado sus manos de la corbata. Se puso de pie, y le siguió hacia las habitaciones, sin intentar zafarse de la mano que, metida bajo sus ropas, le acariciaba la espalda.

"Uhm... depende de a lo que quiera jugar..." musitó ladeando la cabeza para facilitarle el acceso a su cuello. "Pero imagino que mi habitación le complacerá... a menos que pretenda hacer algo suave conmigo." añadió apartándose de él y sonriéndole con picardía, llevándole hacia su cuarto.

Su cuarto, a pesar de que predominaban los juguetes necesarios para cualquier tipo de dominación y fantasías de ese estilo, también tenía lo básico. Pero tal y como era aquel hombre no dudaba en que en su cuarto encontraría cualquier cosa que buscara.

-¿Suave? No conozco esa palabra -se dejó guiar hasta el cuarto del chico, la iban a pasar bien. Entraron a la habitación y todo lo que allí vio fue de su agrado, había sabido elegir bien a su acompañante -. Esto me gusta... vamos a divertirnos.

Pegó al chico contra su cuerpo y comenzó a desnudarle con rapidez y maestría. Había visto unos cuantos juguetes que pensaba utilizar con él. Aunque... en su casa tenía cosas más... "sutiles" que esas. Una vez desnudo, lo echó en la cama sin ningún cuidado y esposó sus manos a la cabecera. Buscó algo que le sirviese para atar también las piernas, no quería que se moviera.

-Interesantes juguetes tienes por aquí... tal vez los usemos todos -ató sus piernas y buscó el látigo de cuero que había visto. Con él en la mano, se acercó al chico y comenzó a acariciar su cuerpo con el mango, pensando en que hacer primero.

Sonrió con malicia al escuchar las palabras del hombre. Apenas pudo hacer nada para resistirse cuando Gonzalo comenzó a desvestirle y le lanzó a la cama. Y menos pudo hacer para evitar que atara sus manos al cabezal de la cama.
Desde luego aquel era uno de esos hombres que le gustaban. Duros, severos y con muchas ganas de jugar...
Se mordió el labio inferior, divertido, y movió sus piernas como tratando de escapar de las ataduras.

"¿Todos...?." repitió mirándole con sensualidad. "Eso nos llevará un buen rato... nunca los he usado todos de una vez..." comentó, planteándole tal vez un reto al pelinegro.

El tacto del cuero del látigo sobre su piel era de lo más excitante, y no podía evitar alzar la parte del cuerpo que tocaba cada vez con el mango para prolongar el tacto con su piel. Dando así un aspecto sensual y aparentemente sumiso.

[Las piernas están abiertas o juntas? o.o]

[abiertas ^_^, sino no tendría gracia ]

Sonrió ante la actitud del otro y por el reto que le había sido mandado. Así que nadie había utilizado todos en una misma vez, eso sería interesante. Estaba ideando una estrategia para usarlos todos mientras recorría su pene con el mango del látigo, entreteniéndose un poco en esa zona para bajar después hasta su sonrosado agujerito.

-¿Qué juguete te gusta más? -sería amable con el chico y le dejaría escoger los juguetes en el orden que más le gustase. Ya que iba a tenerle allí casi toda la noche, sería a su modo pero en el orden que el chico escogiese.

[Ok xDDD]


Demian gimió por lo bajo cuando el mango del látigo comenzó a acariciar su miembro semi despierto, jadeando algo más fuerte cuando Gonzalo bajó el juguete para hurgar ligeramente en su ano.

La pregunta le pilló por sorpresa, no lo iba a negar. Pocas eran las veces que le pedían su opinión en cosas como esa. Normalmente cogían el que más les gustaba y lo usaban, claro que si los iba a usar todos... al hombre lo mismo le daba empezar por uno que por otro.

Indeciso, se mordió el labio inferior, reprimiendo el sonrojo que subía a sus mejillas por la sensación de tener aquel trozo de cuero duro en su entrada.

"La fusta..." contestó, fijando su mirada en uno de los objetos que había en una de las estanterías de la pared.

Se trataba de una fusta normal y corriente a excepción del mango, que era un vibrador de tamaño considerable.
La idea de ver a aquel hombre dominándole con la fusta era de por sí excitante...

Dejó el mango del látigo dentro del rubio y fue a por la fusta. La cogió y observó unos instantes, le encantaba ese objeto, parecía que tenían gustos similares. Se acercó de nuevo y acarició su cuerpo con la fusta, dando un pequeño azote en su vientre. Descendió hasta alcanzar el lugar donde estaba el látigo y quitó el objeto.

-¿Lo quieres? -le mostró la fusta por la parte del vibrador y delineó su entrada con la punta pero sin entrar en ningún momento. Quería que el chico se lo pidiera antes de hacerlo.

Gimió al sentir como dejaba el látigo en su interior y se alejaba de él, abandonándolo momentáneamente para coger el aparatito que le había indicado.

Arrugó la nariz con molestia cuando le sacó el mango del látigo del trasero y jadeó bajito al escuchar su pregunta y sentir como tentaba su ano con la punta del vibrador.
Si pensaba que cedería tan pronto lo llevaba claro...

"No... tú lo quieres... dentro de mí..." contestó, mirándole y arqueándose con sensualidad, provocándole.

-Chico rebelde, me gusta -alejó el aparato y lo tomó como fusta, dando pequeños y rápidos azotes a determinadas zonas o, simplemente, paseandola por sus pezones y su pene -. no niego que quiero verte con él torturándote, pero puedo esperar.

Siguió jugando mientras buscaba otro juguetito con el que entretenerse. Cogió una bolita para ponérsela en la boca y evitar que hablara. Una vez colocada, introdujo el vibrador de golpe, poniéndolo en funcionamiento y moviéndolo sin esperar a que se acostumbrara a la intromisión.