De paseo por la ciudad...

La noche estaba más fría de lo habitual, el viento parecía correr como una estela gélida que calaba en los huesos de los transeuntes. El hombre permanecía sentado en una banca, observando el deambular de los desconocidos, sintiendo como pulsaban sus corazones, sentía deseos de detenerlos, no soportaba el ruido que provocaban tantas almas en movimiento.

Cerró los ojos y alzó el rostro, sintiendo como la nieve comenzaba a resbalar por su faz, tan delicada, tan silente que le provocaba morir en paz.

Pero no, no era su hora, no podía morir de aquella forma, tan.... solo. Sonrió.

Metió las manos a los bolsillos y permaneció en el lugar, dejando que el viento acariciara su cabello, que las hebras rojizas danzaran con la brisa. Mientras sus largas piernas hacían las veces de barrera para el que deambulara por el lugar.

Con la cabeza undida en sus vestimentas permanecía, el aliento se hacía visible con cada respiro suyo, el frío era demasiado, pero él estaba allí inmóvil ante el mundo.

Notó entonces como una persona deambulaba por el sector, cerca de él, parecía que lo observaba, pero para Ulbricht no parecía hacerle mucha gracia, por qué tenía que mirarlo si no era una nenaza, tampoco una hembra en minifalda, era todo menos aquello.

Comenzaba a desesperarlo, comenzaba a sentir el aroma a su cuerpo ya muerto entre sus grandes manos.

Movió la cabeza y lo miró de frente, clavando sus pupilas en el chico que lo miraba tajantemente - ¿Qué? - una ceja enarcada siguió a las palabras.

Aquella situación lo dejaba en jaque, más bien no entendía por qué alguien en su sano juicio se le acercaba a mirarlo como idiota y luego se iba sin más.

Él no era bien parecido, tampoco creía serlo, no había razón aparente para que el muchacho se le acercara, sin embargo, no movió un músculo, sólo deseaba permanecer tranquilo, recibiendo las caricias del cielo, los besos del viento. Aquello era mucho más reconfortante que un hombre o una mujer, mucho más delicioso que comer, que dormir, que pensar.

Lo único que lo superaba era escuchar el crujido de los huesos de otra persona, mientras él lo desangraba para beber de su sangre y así calentarse, obtener los nutrientes necesarios para continuar adelante.

Cerró los ojos y quedó allí sin más, no lo seguiría, no prestaría atención a alguien que no conocía, no tenía interés aparente en otro ser más que él.

- vaya. el mejor asesino y mi mejor guardaespaldas veo que el mundo es un puto pañuelo -

nergal se encontraba cruzado de brazos sin sonrisa alguna en su rostro, solo una nueva cicatriz marcaba su rostro moreno al haber encontrado a un traidor que ahora estaba yaciendo en el suelo con los huesos molidos, no necesitaba a nadie para encargarse de esa escoria, su vestimenta era la normal para el casino un traje negro conel unico adorno de una corbata negra, sonriendo con lentitud ante la presencia del mejor asesino y de como su guardaespaldas se alejaba trayendo consigo el recado que le habia pedido

- es muy eficiente..-

Pestañeó lentamente y arrastró los ojos hasta el individuo que parecía hablarle a él - ... - ¿qué hacía ahí parado obstruyendo su tranquilidad? No le agradaba.

-una maniatica sonrisa se sustituyó en su rostro a aquella seriedad que tenía cuando aplastó el craneo del hombre, antaño era su hombre pero ahora no era mas que un mosquito que le habia traicionado-

jm..

- trás aquella risa se volteó, caminando por donde habia venido mientras se perdía por los callejones riendose de forma fria y maniatica, acaticiando su herida con los dedos de las manos-